jueves, 29 de octubre de 2020

"LA BRILLANTADA: ¿TIEMPOS EXTREMOS REQUIEREN MEDIDAS EXTREMAS?"




Por: Ivonne Acuña Murillo

Hora tras hora, días tras día, año tras año, siglo tras siglo, las mujeres han sido ofendidas, humilladas, golpeadas, mutiladas, vejadas, manoseadas, intimidadas, acosadas, amenazadas, maltratadas, violadas, excluidas, encerradas, discriminadas, descuartizadas, asesinadas, desaparecidas, compradas, vendidas, quemadas en la hoguera, obligadas a prostituirse, explotadas laboralmente recibiendo salarios más bajos que los de los hombres, tratadas como inferiores, como menores de edad, como retrasadas mentales. Todo con la anuencia y complicidad de las diversas iglesias, gobiernos, sociedades, familias, teóricos, teólogos, ideólogos, filósofos, científicos y un sinfín de etcéteras.

Pero, basta con un día de furia, la marcha feminista del viernes 16 de agosto, conocida ya como ‘la brillantada’, para que sean tachadas de ‘provocadoras’, ‘violentas’, ‘malditas’, ‘pinches viejas’, ‘feminazis’, ‘locas’, ‘vándalas’, ‘terroristas’, ‘marimachos’, ‘lesbianas’ y que incluso se llegue al extremo de pedir que las quemen (¿otra vez?), como lo hiciera Fausto Enrique Loria Ortiz, exempleado de la Fiscalía General del Estado (FGE) de Yucatán, quien en su cuenta de Facebook escribió: “Porque no pasa una pipa llena de gasolina y les prenden fuego”. Afortunadamente, este individuo ya fue despedido por orden del gobernador de la entidad, Mauricio Vila.

Hubo también amenazas directas de muerte como las que sufrió la diputada federal independiente, Ana Lucía Riojas Martínez, quien denunció haber recibido amenazas a través de sus redes sociales, por su participación en la protesta feminista del 16 de agosto, según publicó el sitio infobae.com.

Se les critica, repudia, amenaza, se pretendió incluso engañarlas llamando a una marcha ‘falsa’ para cazarlas y cobrarles su atrevimiento. De qué otra manera se les podría castigar por abandonar su rol de género, ese que les dicta ser ‘modositas’, ‘calladitas’, ‘bonitas’, ‘pasivas’, ‘tiernas’, en una palabra ‘femeninas’. Las otras, las que gritan, reclaman, se quejan, patean, golpean, se defienden, agreden… ¡no son mujeres!, no son reconocibles, no son aceptadas. La misma escritora Elena Poniatowska publicó en su cuenta de Twitter: “La brutalidad y el destrozo jamás pueden estar ligados a la acción de la mujer”.

No importan las razones de la indignación, del enojo, de la rabia, de la furia, una mujer que se precie de serlo no abandona su rol y cuando levanta la voz, se enoja, se enfurece es porque está ‘histérica’, seguro ‘está en sus días’ y eso la lleva a perder el control. Un hombre, por el contrario, cuando grita, golpea, se defiende es valiente, arrojado y su razón tendrá. Porque hay que saber que un hombre jamás podrá ponerse histérico, la histeria es propia de mujeres. Etimológicamente, la palabra histeria viene del griego hystera, que significa ‘útero’ y remite desde la Antigüedad hasta principios del siglo XX a una supuesta serie de trastornos sufridos por las mujeres, nunca por los hombres, que al final derivaban en una tendencia a causar problemas sin explicación o razón aparente.

Y entonces resulta que las mujeres que ‘vandalizaron’ El Ángel (que por cierto no es un él sino una ella, es la Victoria Alada), la estación del Metrobús Insurgentes y espacios aledaños, son una punta de histéricas que causaron problemas sin explicación o razón aparente. Faltaba más, las verdaderas mujeres se quedan en su casa y no salen a la calle a vandalizar monumentos nacionales y menos aún el más importante y representativo del país.

Las preguntas que flotaron en el ambiente durante toda la semana posterior a la marcha feminista fueron: ¿Qué les pasa? ¿Están locas? ¿Por qué tanta violencia? Las certezas que acompañaron estos cuestionamientos fueron: por las buenas se puede todo, calladitas se ven más bonitas; no parecen mujeres; sus causas no ameritan violencia.

En los medios apareció de manera recurrente la descalificación, la crítica y pocos, muy pocos, se ocuparon de relacionar el supuesto vandalismo con los reclamos de las mujeres, con los datos que indican que la violencia en contra de ellas ha aumentado de manera alarmante en los últimos años. Contra los hombres también, se dice, y ellos no están en las calles destruyendo o pintarrajeando monumentos, ni lanzando brillantina rosada a ineptos funcionarios públicos y entonces resulta que como los hombres no se quejan, las mujeres tampoco deberían hacerlo.

El silencio en todo caso parece ser la solución más cómoda para una sociedad incapaz de salir de su zona de confort y defender a sus mujeres, a sus niñas, a sus niños, a sus hombres, a sus jóvenes. ¿Para qué? Si calladitas y calladitos se ven más bonitas y bonitos.

Pero la realidad es contundente y las cifras, dicen los científicos, no mienten, así que vayan aquí algunas de ellas.

De acuerdo con el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), del gobierno federal, en los primeros cuatro meses de 2015 se registraron 610 crímenes contra mujeres; en 2016 fueron 847; en 2017 ascendieron a 967; en 2018, a mil 142; y en el primer semestre de 2019, a 470.

En los últimos 32 años se han registrado en el país 52 mil 210 muertes de mujeres en las que se presumió homicidio, de las cuales 15 mil 535 ocurrieron en los últimos seis años, es decir, 29.8%, según reporte del SESNSP.

De acuerdo con datos publicados por Publimetro y de acuerdo con cifras del mismo SESNSP, en los primeros siete meses de 2019 los feminicidios aumentaron 20%, al pasar de 71 a 85; 34 mil 463 mujeres fueron víctimas de lesiones dolosas, es decir, cinco mil 744 en promedio al mes; se registraron 206 secuestros, un promedio de 34 por mes, presentándose un pico en mayo pasado con 48 casos; mientras que 56 mil 285 mujeres fueron violentadas en diferentes delitos.

De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU): nueve mujeres son asesinadas cada día en México (en algunos estudios se habla de 10); Veracruz es el estado más peligroso para las mujeres en la actualidad, al registrar 104 víctimas de feminicidio de enero a junio de este año. Le sigue el Estado de México con 42 casos en el mismo periodo.

De enero a agosto de este año, 292 mujeres han sido víctimas de abuso sexual en la Ciudad de México, cuatro denuncias fueron por violación tumultuaria, según el portal de Datos Abiertos del Gobierno Capitalino.

Lo anterior explica porque el 78.7% de la población mayor de 18 años que se siente insegura en el país corresponde al sexo femenino. Esto es, según la más reciente Encuesta de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública del INEGI (ENVIPE) 2018, 23.1 millones de mujeres se sienten amenazadas de una u otra forma.

En la misma encuesta se señala que las mujeres se sienten más inseguras que los hombres tanto en lugares públicos como en privados: cajero automático en vía pública (87.4%), transporte público (74.2%), calle (72.9%), carretera (69.5%), mercado (65.5%), parques (62.1%), automóvil (48.9%), escuela (39.2%), trabajo (36.2%) y casa (26.7%). Asimismo, se sostiene que la incidencia de delitos sexuales contra este sector es de 2 mil 733 abusos por cada 100 mil mujeres, cifra significativamente mayor a los mil 764 casos que se cometieron en 2016.

Las mujeres son las principales víctimas de delitos sexuales: en 2017, la tasa de este delito fue de 2 mil 733 por cada 100 mil mujeres, cifra mayor a la tasa de mil 764 registrada en 2016 por el INEGI.

El Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio (OCNF) informó que 18 de las 32 entidades federativas, es decir, el 56% del territorio nacional, se encuentra formalmente declarado en Alerta de Violencia de Género contra las Mujeres (AVG). Lo cual no quiere decir que sólo en esos estados ha surgido la necesidad de declararla, pues existen resistencias gubernamentales para hacerlo en otras entidades, como la Ciudad de México.

En lo que corresponde a los asesinatos de niñas y adolescentes, en 2015 se cometieron 50, mientras el año pasado la cifra se elevó a 86.

En función de las cifras expuestas, la Agencia de Comunicación e Información de la Mujer (CIMAC), informó que de 2007 a 2017 se realizaron 124 movilizaciones feministas. De éstas, 30 tuvieron como eje los derechos humanos y el caso Ayotzinapa, 26 los derechos sexuales y reproductivos femeninos y 68 el cese a la violencia en contra de las mujeres. Diez años de protestas, peticiones, denuncias, propuestas, quejas, reuniones con el gobierno, mesas de debate, foros, publicaciones, investigaciones, que no han dado los resultados esperados, pues cada año se presenta un incremento de la violencia, en todas sus manifestaciones, en contra de las mujeres, como se mostró arriba.

La gran mayoría de estas marchas se caracterizaron por ser pacíficas, lúdicas, coloridas, festivas y más allá de la nota del día siguiente no pasó nada. Las mujeres siguieron siendo violentadas, acosadas, secuestradas, violadas, asesinadas. Lo que si ha cambiado es el ánimo de las mujeres que se atreven a salir a las calles a exigir resultados.

En entrevista con la periodista Carmen Aristegui, en su espacio matutino de noticias en Radio Centro 97.7 FM, el lunes 19 de agosto, la antropóloga y activista feminista Marta Lamas afirmó: “A las chicas les está yendo muy mal (…) Hay una denuncia muy legítima de las chicas jóvenes (que están en los veintitantos), ya que están muy heridas, muy lastimadas y muy ofendidas.

Son esas mujeres jóvenes, heridas, lastimadas y ofendidas las principales protagonistas de los hechos del viernes 16 de agosto. Son las nuevas feministas, las de la llamada ‘cuarta ola del feminismo’”.

La primera ola del feminismo inició en la segunda mitad del siglo XIX y se extendió hasta los inicios del siglo XX. Estuvo marcada por la lucha de las mujeres por lograr el reconocimiento de sus derechos políticos, siendo la reivindicación del voto el eje del Movimiento Sufragista, inglés y estadunidense. En México, entre 1884 y 1887, en la revista Violetas del Anáhuac, se demandó el derecho al sufragio femenino; en 1910, el frente femenil antirreeleccionista ‘Las Hijas de Cuauhtémoc’, vinculado a Francisco I. Madero, solicitó fuera reconocida la participación política de las mujeres; y en mayo de 1911, varios cientos de mujeres dirigieron una carta al presidente interino Francisco León de la Barra para reclamar el voto para las mujeres, señalando que la Constitución de 1857 no las excluía de dicho derecho.

La segunda ola se asocia con el movimiento de liberación que se desarrolló a lo largo de los años 70 y 80 del siglo XX y que tuvo como centro demandas en torno a los derechos reproductivos y sexuales. La quema de sostenes es una de las imágenes más representativas asociadas a esta ola, misma que tuvo lugar en 1968 cuando mujeres estadunidenses protestaron en contra del concurso de belleza Miss América, que tuvo lugar en Nueva Jersey, quemando en un bote, al que llamaron ‘Basurero de la libertad’, enseres domésticos, zapatos de tacón y, por supuesto, brasieres. La idea era deshacerse simbólicamente de lo que ellas consideraban como ‘objetos de opresión’. Igualmente, se asocia esta etapa con la aparición y uso de las píldoras anticonceptivas.

El inicio de la tercera ola se atribuye a la escritora y activista feminista estadunidense Rebecca Walker, quien en 1992 publicó en la revista Ms su artículo Becoming the Third Wave, vinculando la diversidad que implica el ‘ser mujer’ con términos de clase y étnicos.

En términos teóricos, la ‘primera ola’ correspondió al periodo de ‘victimización’, en el que muchas mujeres se consideraron a sí mismas víctimas de los hombres y decidieron romper toda relación con ellos al ser estos el origen de su opresión. Llegaron incluso a pensar en la formación de bancos de semen, para reducir su interacción al mínimo con el sexo opuesto.

La ‘segunda ola’, se caracterizó por la realización de múltiples estudios teóricos y empíricos en torno a la relación mujeres-hombres, al entendimiento de esa relación en términos sociales, económicos, políticos y culturales y a la formación de un esquema teórico propio, el enfoque de género, que permitió explicar la subordinación de las mujeres y la asimetría de poder entre ambos sexos. Los estudios y el enfoque de género llevaron al fin de la victimización y dieron paso a la comprensión de una cultura que impone roles diferenciados a ambos sexos.

Durante la ‘tercera ola’, se buscó sensibilizar a gobierno y sociedad en la comprensión de las razones que llevaron a considerar y tratar a las mujeres como seres de segunda y a la restricción de sus derechos. Se buscó introducir en las políticas públicas la perspectiva de género, logrando la transversalidad de tal visión y el inicio de la atención de ambas categorías sociales, mujeres y hombres, de manera específica en función de sus particularidades. En esta etapa se buscó incorporar a los hombres a la lucha de las mujeres en la construcción de un mundo más igualitario y equitativo.

Pero, ni el reconocimiento de los derechos políticos, económicos, sociales y culturales de las mujeres, ni las campañas de sensibilización, ni las políticas públicas transversales, ni las medidas puntuales como la formación de Agencias del Ministerio Público Especializadas en Delitos Sexuales, ni la asesoría ni los cursos especializados ni los grupos de autoayuda ni los refugios de mujeres ni los apoyos psicológicos y legales a mujeres maltratadas ni los grupos formados por hombres que se reconocían como maltratadores de mujeres y que se esforzaban por dejar de serlo ni todo el movimiento pacífico de las feministas, teóricas y activistas, por mejorar la condición de subordinación de las mujeres en México, ha sido suficiente para modificar el sustrato cultural que permite concebir a las mujeres como seres inferiores.

De tal manera, que un contexto histórico en el que se da una impunidad mayor al 95%, un importante incremento de la violencia, la inseguridad, la delincuencia y del número de delitos cometidos en contra de la población, la destrucción del tejido social y con él de la solidaridad, el cuidado y el respeto al otro, se vuelve el caldo de cultivo propicio para el resurgimiento brutal del odio hacia las mujeres.

Es en este escenario, en el que aparece la ‘cuarta ola’ del feminismo en México, caracterizada por el desencanto, el hartazgo, el cansancio, por la ratificación de que nada de lo hecho ha sido bastante para evitar las agresiones de todo tipo en contra de mujeres y niñas. A nivel mundial, dicha etapa, reconocible a partir de la segunda década del siglo XXI, es visible a partir de manifestaciones multitudinarias en diversos países, mismas que denuncian la violencia en contra de las mujeres y reclaman el avance en la agenda inconclusa de la paridad y la defensa de los derechos de las mujeres como parte de una agenda urgente.

Como se ha mostrado aquí, los tiempos han cambiado, las feministas han cambiado. Las feministas de la ‘primera ola’ odiaron a los hombres, las de la ‘segunda’ buscaron romper las ataduras sexuales que las ligaban a ellos, las de la ‘tercera ola’ los incluyeron y buscaron cambiar a la sociedad y al Estado para que hicieran su parte en favor de las mujeres. Hoy, las nuevas feministas, las de la ‘cuarta ola’, ya no esperan: exigen, gritan, pintan, patean, pelean. El tiempo se agotó.

La rabia, la impotencia, el enojo, la ira, la furia, el encabronamiento han hecho su aparición y con ellos una nueva manera de exigir. Acciones que, ante el pasmo del Estado y la sociedad, puede convertirse en una estrategia más acabada de lucha y que bien podría resumirse en la frase “mejor vándala que víctima” o como se leyó en una de las pintas de la marcha feminista del 16 de agosto: “Prefiero morir a perder la vida”. De tal suerte que cabe preguntarse: ¿tiempos extremos requieren medidas extremas?

Publicado el 27 de agosto de 2019 por Prensa Ibero en:  https://ibero.mx/prensa/opinion-la-brillantada-tiempos-extremos-requieren-medidas-extremas

"TODAS Y TODOS DEBERÍAMOS SER MADRES"



Por: Ivonne Acuña Murillo

En los últimos años y meses, se han intensificado los reclamos que desde la sociedad se hacen a quien gobierna en relación con la inseguridad y la violencia, en particular en contra del presidente de la República en turno. Hoy, por supuesto, es Andrés Manuel López Obrador el destinario de tales demandas. Después de conceder que, en efecto, el primer mandatario tiene la mayor responsabilidad para resolver, en lo posible, este problema, se debe acotar que no es el único actor: los gobernadores y presidentes municipales comparten ese mismo compromiso, aunque en grados diferentes.

De la misma manera, es posible hacer responsables a los presidentes anteriores, la lista puede ser más corta o larga dependiendo de cómo se conceptualice el problema y de las variables que se incluyan en el análisis. Así, puede decirse que desde los sexenios de Miguel de la Madrid Hurtado y Carlos Salinas de Gortari, en que se instituyó el modelo económico neoliberal, la situación de la mayoría de la población comenzó a deteriorarse generando el caldo de cultivo en el que las y los jóvenes se convertirían en el 'ejército de reserva' de las bandas delincuenciales, debido a la falta de oportunidades.

Se puede afirmar también, que el deterioro de la seguridad pública se recrudeció en el periodo de Felipe Calderón Hinojosa, a raíz de su absurda y mal planeada guerra en contra de las bandas del narco y la delincuencia organizada, no sin dejar de mencionar que el supuesto equilibrio entre los cárteles, mismo que impedía la lucha encarnizada y abierta por las plazas, fue roto por Vicente Fox Quesada y su apoyo velado al Cártel de Sinaloa, aquél supuestamente comando por Joaquín 'el Chapo' Guzmán, en detrimento de sus rivales. Asimismo, se puede adjudicar esta situación a Enrique Peña Nieto y su gobierno fallido.

Sin embargo, decir que quienes gobiernan o han gobernado son los únicos responsables del deterioro que se vive en México es insuficiente. Ciertamente, el alto grado de responsabilidad de quien se encuentra en una posición de poder es innegable, ya por su ineptitud, omisión y/o abierta complicidad, pero el nivel de desintegración que vive el país no puede ser explicado sólo en función de esto. Definitivamente ¡no!

Es aquí donde la pregunta por el papel de la sociedad se hace necesario. ¿Qué se ha hecho o dejado de hacer, desde la sociedad, para que se haya llegado a tal grado de descomposición? Más cercano, ¿qué hemos hecho o dejado de hacer, en lo individual, para que nuestro país se haya convertido en una enorme fosa clandestina, para que en nuestro país cualquiera pueda morir asesinado, para que la probabilidad de ser asaltado, violada, secuestrado, desaparecido, desaparecida, prostituida, esclavizado, enrolado en las filas del narco como sicario, 'burrero', etcétera, haya alcanzado tasas sin precedentes?

La respuesta no es sencilla; sin embargo, se puede adelantar que nos hemos acostumbrado a mirar para otro lado. Que los niños y niñas de la calle o en situación de calle, los méndigos, los pobres, las ancianas y ancianos que piden limosna, los campesinos y campesinas que con toda la familia piden limosna fuera de los establecimientos comerciales, la gente que cae desmayada o muerta en la calle y todas aquellas personas que entran en alguna categoría social reconocible, se han vuelto parte del paisaje. Nos hemos acostumbrados a pasar a su lado, sin mirarlos, por miedo, quizás, a estar en su lugar o para que no manchen nuestra felicidad con su desgracia.

Pero, el objetivo de esta colaboración no es incomodar a nadie ni hacer reproches que no se puedan aplicar incluso a quien escribe. La idea es propiciar una profunda reflexión en torno a todo aquello que se ha dejado de hacer por los demás y que, si bien la falta de acción no ha propiciado su situación de precariedad, si ha evitado que la más básica solidaridad mantenga el tejido social que permite a una sociedad transitar a estadios con un mayor nivel de vida para todos y todas.

Basta con hacer un simple cálculo para saber que no tendría que haber gente en situación de calle -niños, niñas, ancianos, ancianas- cuando el número de personas que contamos con una familia, una casa y un hogar y que comemos tres veces al día, excede con mucho el número de quienes viven en la calle. Por supuesto, no se trata tampoco de eximir de su responsabilidad a quien gobierna y cobra impuestos, ni de asumir que todo nos sobra, sino de pensar en el efecto multiplicativo de pequeñas acciones en favor de quien tuvo peor suerte que nosotros. Me permito poner un ejemplo, disculpándome por usar la experiencia de un familiar, que me contó su experiencia sin saber el impacto que causaría en mí.

De camino a su trabajo, en dirección al World Trade Center, mi hermana Olga se topó con un joven en situación de calle. Como ella misma refiere: “Vi a aquel joven como de 20 años con la mirada perdida, la cabeza agachada y estirando la mano para recibir la moneda y Dios me dijo: háblale y dije: ‘Señor ¿a éste? Y él me dijo: 'Sí, a éste'. Entonces le dije: ‘¿qué haces aquí tirado estirando la mano y toqué su cara y le dije ‘mira cómo estás todo frío y drogado, por qué no te compras un pan en vez de droga y comes’”. Sólo como referencia, y con toda proporción guardada, el diálogo entre Olga y Dios me hizo recordar el testimonio de la Madre Teresa de Calcuta, quien afirmó haber desoído en varias ocasiones el llamado divino en favor de los pobres.

Volviendo a México y a Olga, ella le hizo ver al joven que ahí mismo, en el lugar en que se encontraba, podía hacer algo más que sólo pedir limosna. Le sugirió hablar con los dueños de los puestos semifijos y que les ofreciera hacer pequeñas tareas a cambio de dinero, como barrer, en lugar de sólo pedirles caridad.

La segunda vez que vio a César, el nombre del joven de la calle, quien abandonó su casa por la violencia que en su contra ejercían las parejas de su madre y ella misma, Olga le preguntó: “¿Te gustaría repetir una oración conmigo para Cristo? Me dijo: 'Sí, madre, porque usted es como una madre… 'Señor Jesús, reconozco ante ti que tú diste tu vida por mí en la Cruz, que tu sangre fue derramada para mi justificación y que resucitaste al tercer día según las escrituras. Señor, contra ti he pecado, perdóname, te pido escribas mi nombre en el libro de la vida. Amén”.

Al darse cuenta de lo que ocurría, algunos comerciantes de la zona le dijeron que no se acercara a aquellos jóvenes, César no era el único, pues podrían asaltarla. Ella negó esa posibilidad y continúo el contacto. Días después, el joven había tomado el consejo, dejó de drogarse y comenzó a hacer esas pequeñas tareas. Pero él fue más allá, trató de convencer a sus amigos de la calle para que hicieran lo mismo. Algunos lo imitaron, pero hubo uno que se negó. Olga y César hablaron con él, pero no fue posible convencerlo.

En el testimonio referido, Olga se acogió a su fe religiosa y a los valores cristianos de amor al prójimo, pero la religión, cualquiera que ésta sea, no es el único argumento válido para explicar o justificar la ayuda a quien la necesita.

César la nombró 'madre' sin serlo, ni de él ni de otros, pues Olga no tiene hijos ni hijas; sin embargo, se comportó como si los tuviera. Ella no tuvo que alojar a César en su casa, no le consiguió trabajo, no le dio dinero, no le regaló ropa o comida, sólo lo miró, se preocupó por él, le habló, lo tocó, hizo una oración con él y por él, lo motivó a vivir de manera diferente. Pequeñas acciones, en apariencia, que bien pueden cambiar el rumbo de una vida, de muchas vidas. ¿Podrían cosas como éstas ayudar a restaurar el tejido social e impedir que las y los jóvenes, sin esperanza y futuro, caigan presos del narco y la delincuencia, y después asesinen a alguien por cinco mil pesos en el centro de Cuernavaca?

No lo sé, la realidad es más compleja que una sola de sus variables, pero con seguridad la multiplicación de acciones en favor de los menos favorecidos tendrá un efecto positivo y permitirá a la sociedad hacer su parte y dejar de mirar a quienes gobiernan como los únicos responsables de lo que ocurre en México. La inacción de una sociedad apática y egoísta es la otra parte de una diada que ha llevado al país al pozo donde se encuentra.

Pero, es aquí donde quiero traer a cuenta un discurso que considero pertinente, la propuesta feminista-maternalista.

A quienes consideran que el feminismo es un fenómeno monolítico hay que aclararles que este ha sido movimiento social, pensamiento filosófico, convicción de vida y teoría. Y que, así como está formado por múltiples expresiones, radicales, moderadas, conservadoras y que incluso hoy puede hablarse ya de postfeminismo, en términos teóricos, las feministas abrevaron de muy diversos marcos como el marxista, el liberal, el lacaniano, el socialista, el habermasiano, etcétera. Uno de estos marcos fue desarrollado en los años 80 y 90, entre otras, por la filósofa estadunidense Jean Bethke Elshtain (1941-2013), autora, entre otros libros, de Public Man, Private Woman, Woman in Social and Political Thought. En esta obra, concluye que la exclusión de las mujeres de la vida pública se justificó a partir de la división aristotélica entre personas superiores -los hombres, cuyo espacio de acción era la polis griega-, e inferiores -las mujeres cuyo espacio natural era el hogar (oikos).

Elshtain propuso asumir como verdadera la supuesta superioridad moral de las mujeres en el ámbito de lo privado, proclamada por filósofos como Aristóteles y a partir de la cual se justificó la reclusión femenina en el hogar y su exclusión de la vida pública, y el traslado de los valores privados -como el altruismo y el cuidado de los otros, ligados directamente al hacer de las mujeres-, al ámbito público, con el propósito de humanizar a la política y librarla de la brutalidad que significa la competencia por el poder, así como para darle un carácter de más compromiso a quien gobierna.

De esta manera, Elshtain intentó utilizar la idea de acuerdo con la cual "las mujeres son moralmente superiores en lo privado porque son inferiores públicamente", aceptando como cierta la primera afirmación y superando la segunda, afirmando la corrupción de la vida pública y la necesidad de su moralización a partir de los valores privados adjudicados a las mujeres.

Su propuesta provocó, y no era para menos, toda clase de enfrentamientos teóricos entre feministas de diversas corrientes para quienes era necesario sacar a las mujeres del espacio privado para convertirlas en ciudadanas. La maternidad, por tanto, no era considerada por muchas, como si lo fue para las feministas maternalistas, un punto de partida para la construcción de la ciudadanía femenina.

Nótese que Elshtain habla de “altruismo y cuidado de los otros” y no de abnegación, sometimiento, sacrificio o renuncia, valores que el cine mexicano de los años 40, 50 y 60 asoció, equívoca y enfermizamente, con la maternidad.

Pero, más allá de dichas posturas y debates hoy propongo, no hacer de la maternidad el punto de partida para dicho proceso de ciudadanización de las mujeres, sino el punto de anclaje, para mujeres y hombres, de un proceso de restitución del tejido social en el que todos y todas nos comportemos como 'las madres', como lo hiciera Olga, de quien ha sido menos favorecido.

Esto es, hacer de los valores asociados a las mujeres, el altruismo y el cuidado de los otros, una herramienta social para hacer lo que nos toca y no esperar que 'papá gobierno', vuelva a este país a las épocas en que se podía salir con la certeza de regresar a casa sin haber sufrido daño alguno.

En una de sus campañas AMLO usó como slogan la frase “por el bien de todos primero los pobres”, yo digo, parafraseando, “por nuestro bien, todos y todas deberíamos ser madres".

Publicado el 10 de mayo de 2019 por Prensa Ibero en: https://ibero.mx/prensa/todos-y-todas-deberiamos-ser-madres

"LA RED DE MICROVIOLENCIAS QUE ATRAPA A LAS MUJERES"


Por: Ivonne Acuña Murillo

Cada 8 de marzo, Día Internacional de las Mujeres, desfilan por los diversos medios las cifras, los datos que nos informan si la condición de las mujeres en México y el mundo ha cambiado, si ha mejorado o empeorado. Se escriben miles y miles de páginas con mediciones en torno a su posible acceso a todos aquellos beneficios que la sociedad y el Estado prometen. Se replican una y otra vez los diagnósticos, los faltantes, los retrocesos, los avances, las recomendaciones, las rutas a seguir.

Éste es un día para recordar todo aquello que falta por hacer y no para celebrar se afirma. “No nos feliciten, no nos regalen flores”, protestan las que son conscientes de lo que ellas y millones de mujeres viven cada día ante una realidad que se resiste a cambiar, que avanza y retrocede, que se empeña en ponerles obstáculos, en llevarlas cuesta arriba, en recordarles que “son mujeres” y que esa pesada etiqueta les hará pagar un alto precio.

Pero, “no es así para todas”, pensarán aquellas cuya condición de género no se ha hecho evidente brutalmente. Muchas de ellas, millones, estudian, trabajan, tienen proyectos, se desarrollan, potencian sus capacidades, se empoderan. ¡Cierto! Ser mujer no se traduce en fatalidad para todas. Ni hoy ni en todas las épocas históricas ni en todos los lugares.

Ha habido avances, por supuesto, hoy las mujeres han logrado ocupar los más altos puestos de responsabilidad política, económica y social, aunque no sea la regla, aunque el llamado 'techo de cristal' todavía esté allí, como el dinosaurio de Augusto Monterroso. Actualmente, existen mujeres en casi todos los ámbitos del quehacer humano aportando con sus conocimientos, habilidades, experiencia, voluntad; disfrutando de políticas de salud, educación, empleo, recreación, etcétera.

El trecho por recorrer para garantizar a todas un acceso igualitario y equitativo a esos espacios es aún largo. Una serie de violencias económicas, políticas, sociales, familiares, comunales, institucionales, estructurales, incluso estatales impiden uno de los retos más grandes: cambiar la cultura masculina, machista y misógina que ha colocado a las mujeres por debajo de los hombres, como seres de segunda, inferiores, subordinadas, encargadas de las labores menos apreciadas socialmente y peor remuneradas. Incluso ahora, que han logrado acceder a puestos más altos y otro tipo de actividades se mantiene una brecha entre el salario que reciben los hombres, 16% superior en promedio al que reciben ellas por trabajo igual.

Sin embargo, no son sólo las violencias más visibles o estudiadas como el maltrato doméstico, la violación, los feminicidios, la trata sexual, las violaciones tumultuarias ya por pardillas o agentes del Estado, la tortura sexual, la explotación laboral, los bajos salarios, la falta de acceso a recursos económicos y de todo tipo, el acoso sexual, laboral, escolar, la discriminación, una mala o insuficiente política pública y todas las formas en que puede ser vulnerada una fémina, las que conforman el contexto que limita el desarrollo de las mujeres, existen otro tipo de 'microviolencias', mismas que terminan formando una red que poco a poco, invisiblemente, va atrapando a las mujeres.

Existen ideas preconcebidas, frases, dichos, chistes, actitudes que las mantienen en una posición subordinada. Este repertorio y muchos más conforman una especie de red de 'microviolencias', que de manera casi imperceptible las acorralan, las encierran, las atrapan.

Entre las ideas preconcebidas se encuentran: aquellas según las cuales todo lo que pasa dentro de una casa o en una familia o relación de pareja es privado, por lo que no hay que meterse, no hay que denunciar, no hay que ayudar; la que insiste hasta la saciedad que cuando una mujer es violentada sexualmente fue su culpa, con seguridad hizo algo que provocó el “deseo natural irrefrenable” de algún hombre que al final terminó violándola; la que supone que un chiste, un piropo, un flirteo es inofensivo aunque infravalorice a la mujer, aunque la haga sentir incómoda; aquella a partir de la cual se sostiene que las mujeres no saben lo que quieren, que cuando dicen ¡no!, seguro están pensando en un ¡sí!; la que afirma que las mujeres no pueden estar juntas, pues son conflictivas chismosas, envidiosas, emocionales y por tanto irracionales por naturaleza.

Por supuesto, los versos como aquél de Salvador Díaz Mirón y su poema A gloria, que reza: “Tú como paloma para el nido y yo como el león para el combate”; los chistes como el que pregunta: “¿Cuándo van a ir las mujeres a la luna? Cuando terminen de barrer la Tierra”, o aquél de: “¿De quién es la culpa cuando una mujer choca? Del hombre que la dejó salir de la cocina”. O de la canción que enseña que “a las mujeres no hay que entenderlas, hay que amarlas”, que cantautores como Ricardo Arjona y otros nos han recetado 'musicalmente y poéticamente'.

Ejemplos como éstos se replican hasta el infinito en las conversaciones cara a cara, en las plazas públicas, en los medios de comunicación tradicionales o en las nuevas redes sociales. Pero hay otras que solo conocemos cuando escuchamos el testimonio de mujeres que sufren o han sufrido situaciones de violencia. Es el caso de aquellas que han sufrido acoso o agresión sexual en su lugar de trabajo, en la vía pública, en el transporte. Más aún de aquellas que se han atrevido a denunciar el hecho y a su agresor o agresores.

Las respuestas que reciben en sus grupos de pertenencia como la familia, los amigos, el trabajo, incluso en su relación de pareja permiten afirmar que las micro violencias existen. El repertorio es amplio va desde los 'buenos consejos' de familiares y amigos que les dicen: “Pues ya no te maquilles tanto”, “no te vistas así”, “no salgas a esa hora”, “no seas tan amable”, “no sonrías tanto”, “no uses ropa de ese color”, “no uses el cabello suelto”, “cuídate más”, “no te distraigas”, etcétera, hasta la terminación de una relación de pareja o laboral o el distanciamiento de la familia que no soporta la presión que supone que una mujer denuncie públicamente, o incluso en un círculo más pequeño, el haber sido víctima de un delito.

Lo anterior supone cargar a la mujer con la culpa de lo sucedido, suponiendo que siempre habría podido evitar la agresión o al agresor. Pero va más allá, conlleva la anulación de la persona y aquello que la hace ser quien es: su ropa, los colores que usa, su cabello, su autoimagen, sus hábitos, actividades y actitudes. Es ella la que queda atrapada en esa red de microviolencias 'fraternas', 'amigables', 'amorosas' que sólo tienen por objetivo 'protegerla', pero no de quien podría violentarla sino de sí misma al ser ella la causante de lo que le pasa.

En este caso, cuando una mujer se atreve a denunciar, debe enfrentar no sólo la indolencia, incapacidad cuando no complicidad de una autoridad que hará todo por desoír o desviar su caso, su denuncia, hecho que ha sido visibilizado en incontables ocasiones. Otras veces debe soportar igualmente la presión y acoso de esas mismas autoridades, pero lo más preocupante es que no encuentre en sus grupos de pertenencia el apoyo necesario para enfrentar la situación y buscar se le haga justicia, castigando a quien la ha violentado.

Poco a poco se va tejiendo la red en la que al final miles, millones de mujeres quedan atrapadas y de la que difícilmente podrán salir si no hacemos conciencia como sociedad de que tales microviolencias existen.

Publicado el 8 de marzo de 2019 por Prensa Ibero en: https://ibero.mx/prensa/analisis-la-red-de-microviolencias-que-atrapa-las-mujeres


sábado, 28 de octubre de 2017

30 millones de mujeres en México han sufrido algún tipo de violencia en su vida

Ø  De las 46.5 millones de mujeres de 15 años y más que viven en el país, se estima que 30.7 millones de ellas han padecido al menos un incidente de violencia emocional, económica, física, sexual; o bien, han sufrido discriminación en los espacios escolar, laboral, comunitario, familiar o en su relación de pareja, señala el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).


Ø  La encuesta identifica que es en las relaciones de pareja donde ocurre con mayor frecuencia la violencia contra las mujeres. Un 43.9 por ciento que tiene o tuvo pareja (sea por matrimonio, convivencia o noviazgo) ha sido agredida en algún momento por su esposo, novio o pareja.



Para ampliar la información visita SDPnoticias.com

30 millones de mujeres en México han sufrido algún tipo de violencia en su vida

La encuesta identifica que es en las relaciones de pareja donde ocurre con mayor frecuencia la violencia contra las mujeres.
México.- De las 46.5 millones de mujeres de 15 años y más que viven en el país, se estima que 30.7 millones de ellas han padecido al menos un incidente de violencia emocional, económica, física, sexual; o bien, han sufrido discriminación en los espacios escolar, laboral, comunitario, familiar o en su relación de pareja, señala el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).
PUBLICIDAD
La Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares(ENDIREH) aporta cifras que permiten dimensionar la violenta dinámica que personas que integran un hogar mantienen con las mujeres que en él se desarrollan, así como las que ocurren en espacios públicos y comunitarios.
https://i2.sdpnoticias.com/sdpnoticias/2017/08/18/20170818190905_violenciafamiliar_620x6200.png
Amenazas, coerción, intimidación, privación de la libertad o abusos verbales, físicos, sexuales, económicos o patrimoniales son algunas de las situaciones adversas que el 66.1 por ciento de mujeres en México han padecido directamente.
La encuesta identifica que es en las relaciones de pareja donde ocurre con mayor frecuencia la violencia contra las mujeres. Un 43.9 por ciento que tiene o tuvo pareja (sea por matrimonio, convivencia o noviazgo) ha sido agredida en algún momento por su esposo, novio o pareja.
https://i2.sdpnoticias.com/sdpnoticias/2017/08/18/20170818190732_violenciapareja_620x6200.png
En espacios como la calle, un parque o el transporte público un 38.7 por ciento de ellas fueron víctimas de violencia por parte de desconocidos; es la violencia sexual (intimidación, acoso, abuso o violación sexual), la más frecuente pues un 34.3 por ciento de mujeres de 15 años y más la ha padecido.
https://i2.sdpnoticias.com/sdpnoticias/2017/08/18/20170818190749_violenciaespaciopublico_620x6200.png
El espacio laboral no está exento de violencia contra mujeres, siendo el lugar donde la violencia sexual y la discriminación por género y embarazo, son los más comunes. Un 26.6 por ciento de las mujeres que trabajan o trabajaron alguna vez fueron objeto de humillaciones, degradación e intimidación.
https://i2.sdpnoticias.com/sdpnoticias/2017/08/18/20170818190805_violencialaboral_620x6200.png
Aquellas que han ido a la escuela también han sufrido violencia. Durante su vida estudiantil un 25.3 por ciento fue objeto de agresiones por parte de compañeros, compañeras y maestros. Un 16.7 por ciento fue agredida físicamente y un 20.9 sufrió de una agresión de tipo sexual.
Entre las mujeres que asistieron a la escuela en los últimos 12 meses, 10.7 por ciento fueron agredidas sexualmente.
https://i2.sdpnoticias.com/sdpnoticias/2017/08/18/20170818190818_violenciaescolar_620x6200.png
A nivel federal, señala la encuesta, las entidades donde más violencia hay contra ellas son Ciudad de México, Estado de México, Jalisco, Aguascalientes, Querétaro, Chihuahua, Yucatán, Durango, Coahuila y Baja California; mientras que en San Luis Potosí, Tabasco, Baja California Sur, Campeche y Chiapas se registran niveles más bajos, pero no ausentes.
https://i2.sdpnoticias.com/sdpnoticias/2017/08/18/20170818190841_violenciaestados_620x6200.png
Además de medir la violencia, la encuesta realizada por el INEGI proporciona datos sobre la frecuencia, gravedad, daños físicos y consecuencias emocionales así como del costo económico que la violencia de pareja implica para las mujeres, ya que en ocasiones las inhabilita para asistir al trabajo o desarrollar sus actividades cotidianas.


El 66% De Las Mujeres En México Son Víctimas De Violencia De Género

La violencia sexual es la principal agresión en el ámbito público, 34.3 por ciento de las mujeres de más de 15 años fueron víctimas de acoso, abuso o una violación sexual.


De las 46.5 millones de mujeres mayores de 15 años que habitan en México, se estima que un 66 por ciento (30.7 millones) ha enfrentado al menos un incidente de violencia emocional, económica, física, sexual o discriminación en su espacio laboral, familiar, escolar o en su relación con pareja, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).

Como cada cinco años el Inegi presentó la cuarta edición de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (Endireh) 2016. En este periodo la violencia de pareja tuvo un decremento de menos del 3 por ciento, pasó de 2011 con 46.1 por ciento a 43.9 por ciento este último año.

Los datos del censo revelan que 10 entidades están por encima de la media nacional de cualquier tipo de violencia contra las mujeres cometida a lo largo de su vida: el Estado de México, Jalisco, Ciudad de México, Aguascalientes, Querétaro, Chihuahua, Yucatán Durango, Coahuila y Baja California.

La Endireh tiene como objetivo dimensionar la violencia que enfrentan las mexicanas, tanto en sus hogares como en espacios públicos, e identificar la frecuencia con la que es cometida cualquier tipo de agresión como amenazas, coerción, intimidación, privación de su libertad o abusos sexuales, verbales, físicos, económicos o patrimoniales.

Después de la violencia familiar, de acuerdo con el Inegi, el segundo ámbito donde las mujeres experimentan mayor violencia es en la calle, el transporte, entre otros lugares públicos por personas desconocidas. De las mujeres entrevistadas 38 de cada 100 fue víctima de violencia.

La violencia sexual es la principal agresión en el ámbito público, 34.3 por ciento de las mujeres de más de 15 años fueron víctimas de acoso, abuso o una violación sexual.

En el ámbito laboral de las mujeres que trabajan o trabajaron alguna vez, un 26.6 por ciento ha experimentado algún acto de violencia sobre todo de tipo sexual y discriminación por razones de género o por un embarazo a través de humillaciones e intimidaciones.

La violencia laboral contra las mujeres aumentó tres por ciento en estos últimos cinco años, en 2011 se registró que un 23.7 por ciento de mujeres que trabajaba sufrió algún tipo de incidente violento.
Lo mismo sucede en el ámbito escolar, tan sólo en 2016 de las mujeres que asistieron a la escuela 10 de cada 100 fueron agredidas sexualmente.

La Endireh indica que de las mexicanas que han asistido a la escuela 16.7 por ciento fueron agredidas físicamente y 10.9 sexualmente.

Con información de CIMAC Noticias
Publicado por: VocesFeministas.com

ENDIREH 2016

RESULTADOS DE LA ENCUESTA NACIONAL SOBRE LA DINÁMICA DE LAS RELACIONES EN LOS HOGARES (ENDIREH) 20161 

De las mujeres de 15 años y más, 66.1% han enfrentado al menos un incidente de violencia por parte de cualquier agresor, alguna vez en su vida. 

43.9% de las mujeres han sufrido violencia por parte de su actual o última pareja, esposo o novio, a lo largo de su relación.  En los espacios públicos o comunitarios, 34.3% de las mujeres han experimentado algún tipo de violencia sexual. 

Principales resultados 

Datos Nacionales A nivel nacional, el 66.1% de las mujeres ha sufrido al menos un incidente de violencia a lo largo de su vida. El 49% de las mujeres sufrió violencia emocional, 29% violencia económica– patrimonial o discriminación, 34% física y 41.3% sexual a lo largo de su vida en al menos un ámbito y ejercida por cualquier agresor.

Informe completo en:

viernes, 25 de mayo de 2012

“YO SOY 132”: DECLARATORIA Y PLIEGO PETITORIO


La situación en la que se encuentra México exige que las y los jóvenes tomemos el presente en nuestras manos, es momento de que luchemos por un cambio en nuestro país, es momento de que pugnemos por un México más libre, más próspero y más justo.
Queremos que la situación actual de miseria, desigualdad, pobreza y violencia sea resuelta.
Las y los jóvenes de México creemos que el sistema político y económico no responde a las demandas de todos los mexicanos.
Los estudiantes unidos de este país creemos que una condición necesaria para corregir esta situación consiste en empoderar al ciudadano a través de la información, ya que ésta nos permite tomar mejores decisiones políticas, económicas y sociales. La información hace posible que los ciudadanos puedan exigir y criticar de manera fundamentada a su gobierno, a los actores políticos, a los empresarios y a la sociedad misma. Por eso, “Yo Soy 132″ hace del derecho a la información y del derecho a la libertad de expresión sus principales demandas.
Hoy los jóvenes de México hemos encendido una luz en la vida pública del país. Asumamos este momento histórico con valentía e integridad. No esperemos más, no callemos más, los jóvenes decimos ¡Presente!
A los medios de comunicación nacionales e internacionales, a las instancias competentes del gobierno, a la sociedad mexicana en general, el movimiento “Yo Soy 132″, declara: Primero, somos un movimiento ajeno a cualquier postura partidista y constituido por ciudadanos, por lo tal no expresamos muestras de apoyo o rechazo hacia ningún candidato político.
Nuestros deseos y exigencias se centran en la defensa de la libertad de expresión y del derecho de información de los mexicanos.
Nuestra preocupación se deriva del estado actual de la prensa nacional y los medios de comunicación, así como de su papel político en el contexto democrático.
Segundo, “Yo soy 132″, no representa a ninguna institución pública de educación superior, ni privada, su representación depende únicamente de los individuos que se suman a esta causa ya que se articulan por medio de los comités universitarios.
Tercero, el movimiento “Yo Soy 132″ a través de la deliberación interuniversitaria democrática, cuenta ya con principios generales que guían su causa, así como estatutos que aseguran la participación de los individuos ya de los grupos que los hacen suyos.
En esencia, nuestro movimiento busca la democratización de los medios de comunicación, con el fin de garantizar información transparente, plural e imparcial para fomentar una consciencia y pensamiento críticos.
Es por eso que, exigimos competencia real en el mercado de medios de comunicación, en particular a lo referente al duopolio televisivo.
Exigimos hacer del acceso a Internet un derecho constitucional efectivo en los términos que establece el Art. 1 de nuestra Carta Magna.
Exigimos la instalación en todos los medios informativos radio, televisión y medios impresos, civiles que defiendan el interés público, como lo son la publicación de un Código de Ética del manejo informativo y la instauración de un ombudsman.
Exigimos someter a concurso producciones para los canales públicos permisionarios a las distintas escuelas de Comunicación.
Exigimos abrir el debate entre los jóvenes y los medios de comunicación sobre las demandas aquí expuestas.
También exigimos garantizar la seguridad de todos los integrantes de este movimiento, de quienes se expresan libremente en el país y en particular de aquellos periodistas que han sido alcanzados por la violencia.
Además expresamos nuestra absoluta solidaridad con las personas que en los próximos días han sido reprimidas por manifestar libremente sus ideas en distintos Estados de la República Mexicana.
Como demanda inmediata exigimos la transmisión en cadena nacional del debate de los candidatos a la Presidencia de la República. Y no encontramos en esto una imposición a las audiencias privilegiadas, sino como forma de garantizar el derecho de elegir ver o no a quienes hoy no cuentan con esa posibilidad.
Universitarios, jóvenes y ciudadanos de la República Mexicana, este movimiento los convoca a organizarse y sumarse y hacer suyo este Pliego Petitorio.
Por una democracia auténtica, “Yo Soy 132″.